El final siempre llega y esta vez no iba a ser una excepción. Este iba a ser el último día de una semana de vacaciones genial.
Normandía llegaba a su fin. Francia llegaba a su fin. Las vacaciones llegaban a su fin. El fin llegaba a su inicio.
Hoy la furgoneta no le iba a dar tiempo a coger la temperatura óptima. Nos íbamos a quedar en Bayeux. Bayeux es la primera ciudad francesa liberada de las manos nazis. En este viaje hemos estado en la primera casa liberada, en el primer pueblo liberado, y ahora, en la primera ciudad liberada. En todos los lados se quieren atribuir el primero en algo liberado.
En Bayeux se encuentra uno de los mejores museos dedicados a la segunda guerra mundial, o por lo menos, a la batalla de Normandía y a su desembarco.
El 7 de junio de 1944 fue liberada sin apenas oposición alemana por parte de las tropas británicas que desembarcaron en Gold Beach. Y una semana después fue el escenario elegido por Charles de Gaulle para dar su primer discurso en territorio francés tras la ocupación. Desde ese momento se convirtió en capital de Francia, aunque solo hasta que se liberó París unos meses después.
Gracias a estar situada en un nudo de comunicaciones los británicos tuvieron que crear una circunvalación completa a la ciudad y así evitar aglomeraciones de tropas y armamento pesado. Fue la primera circunvalación de toda Francia. Es curioso porque ni siquiera París tenía circunvalación en aquel tiempo.
Esta vez no nos pegamos el madrugón correspondiente, no teníamos tanta prisa, teníamos el pueblo, bueno, el museo, a apenas 9 kilómetros. Para llegar tuvimos que coger la circunvalación, pues el museo está justo en ella.
En el hay multitud de material, desde pequeños utensilios, hasta cañones antiaéreos o camiones. Por supuesto, no pueden faltar las explicaciones pertinentes a las distintas escaramuzas de esos días. Algunos del grupo vieron el museo muy rápido, más rápido de lo que debería haber sido, pero es comprensible, si no te gusta mucho la historia de la segunda guerra mundial no le prestas tanta atención a lo que puedas ver. A esto había que unirle el atracón que llevábamos en esa semana de ver casi exclusivamente cosas de la guerra.
Aún así unos cuantos hicimos una visita más pausada y detenida para ver y aprender cosicas de las que pasaron esos días en la zona de Normandía. Más o menos una hora y media después de entrar ya estábamos todos fuera. Ahí nos hicimos unas foticos con los tanques que servían de atracción del museo.
Antes de bajar al centro de la ciudad, unos cuantos nos acercamos al cementerio inglés que está a apenas 100 metros del museo, al otro lado de la circunvalación. Justo enfrente del cementerio, como si fuera una cabecera del mismo, pero separada por la carretera, hay un memorial que los ingleses levantaron rindiendo homenaje a más de 2000 británicos y canadienses y a un sudafricano desaparecidos esos días y que no pudieron ser enterrados. En el memorial hay un leyenda en latín que dice:
«Nos a Guilielmo victi victoris patriam liberamus»
«Nosotros que fuimos vencidos por Guillermo hemos liberado la patria del vencedor»
Como veis mi latín está en un estado especial.
Después del memorial pasamos al cementerio británico y estuvimos paseando por el un ratico. Es bastante más pequeño que los otros dos que visitamos en días anteriores. Y, aunque en su mayoría descansan soldados británicos, también hay de otras nacionalidades, incluso hay unos cuantos soldados alemanes.
Tras guardar los respetos correspondientes continuamos nuestra visita al pueblo. Nos juntamos en el pequeño jardín del memorial y comenzamos a bajar por estrechas calles con las casitas muy bien apañadas, con sus años encima pero bien conservadas.
Nos dirigíamos a ver la catedral. Esta es de estilo románico normando con tintes de gótico, y efectivamente, es catedral, a pesar de estar en una población pequeña. Debe ser que en aquella época, por el año mil, tenía mucha importancia y se coloco allí la diócesis y han mantenido la diócesis hasta nuestros años. Es preciosa. Sus torres se ven a kilómetros de distancia. Creo recordar que no tuvimos que pagar para entrar. Estuvimos dando vueltas cada uno como quiso, no llevábamos ninguna explicación que llevarnos a las orejas, con lo que cada uno admiraba el arte como bien sabía. También pudimos ver la cripta de la misma. Como casi todas las criptas, era muy austera ornamentalmente hablando, salvo unas pinturas en los capiteles de las columnas.
Poco a poco íbamos saliendo de la seo, y mientras que algunos tardaron un poco más, mi hermano y yo nos sentamos en una terraza de un bar a que nos clavaran bien clavaos por un par de cervezas. ¡¡¡7 eurazos!!! nos metieron por cada una de las cervezas, y no eran especiales, marca común. Nos fuimos a sentar donde no debíamos. Conforme se iban acercando y nos veían con la cerveza en la mano todos querían una, y conforme iban diciéndolo, nosotros contestábamos «¡¡y una mierda!!» Si hubiésemos tomado una cada uno todavía estábamos fregando platos en el bar normando.
Ya tocaba empezar a buscar un lugar para comer. Ya que estábamos en ese bar miramos la carta y conforme la vimos, nos fuimos. Casi prohibitivo. Por cierto, el restaurante se llama «Le pommier».
Miramos enfrente, y un poco más abajo y no nos cuadró nada, así que volvimos como hacia la catedral para rodearla por el sur, por la calle LL le Forestier. En esta calle no había nada y torcimos a la izquierda, a las espaldas de la catedral y allí había un par de restaurantes. Entramos en «Le domesday». Un sitio pequeño con apenas cuatro o cinco mesas, pero factible de precio y luego no resultó malo.
El café nos lo tomamos en la terraza de una pizzería que estaba rodeada de tiendas de suvenires y que nos pillaba de camino para ir hacia el museo del tapiz. Una media hora después de estar arrastrados de soñera volvimos al camino. Unos cienes de metros más hacia abajo estaba el museo, pero antes nos quedamos maravillados con el rinconcito que forma el río Aure casi a las puertas del tapiz. Un paseo a la derecha acompaña al río entre edificios de sillería, con norias y árboles adornándolo. Un lugar de paz y silencio, aún cuando esa época está llena de turistas. Bayeux empezaba a subir su cotización de cara al mundo y, sobre todo, para mi.
Sobre las tres y media entramos al museo a ver una de las maravillas que hay en esta tierra. El tapiz es único en el mundo, mide cerca de 70 metros de largo por 50 centímetros de ancho y pesa casi 400 kilos. Relata la conquista de Inglaterra por parte de Guillermo el conquistador. También tiene el nombre de tapiz de Matilde porque se cree que fue la mujer de Guillermo la que lo hizo, aunque no se sabe a ciencia cierta. El tapiz es, para algunos, el primer comic de la historia.
Al entrar al museo nos dieron una audioguía en español a cada uno, lo que hizo que fuera más fácil la visualización del mismo. Aunque a mi en un principio no me resultaba atractivo el ver un trozo de tela bordado, puedo decir que tras contemplarlo es una de las maravillas que hay que ver sin falta en este mundo. Y eso que yo tengo el nivel del arte a la altura de los pelos del dedo meñique del pie izquierdo. Para que os hagáis una idea de lo interesante y lo que merece la pena ir a verlo, nosotros tardamos en recorrer los 70 metros del tapiz una media hora. A esa velocidad tardaríamos unas tres horas y media en ir al Mercadona de mi barrio, cuando normalmente no tardo ni diez.
Bien ahora solo quedaba de terminar de disfrutar los últimos momentos en este pueblo y esta región. Estuvimos paseando por las inmediaciones del río y sus paseos, que gozada para terminar las vacaciones. Parábamos en cada esquina o entrábamos en cualquier tiendecilla de artesanía. Personalmente buscaba la foto perfecta, cosa que no llegaría pues uno no es perfecto en ello.
Llegado el momento compramos unas cosillas para la cena y para el día siguiente en el viaje de vuelta al aeropuerto Charles de Gaulle. Nos dirigimos al vehículo transportador de personas y nos fuimos a casa a hacer las maletas, recoger, cenar y dormir que nos esperaba el día más triste de las vacaciones, el día de vuelta al lugar de las rutinas, el sitio donde las sorpresas se pueden contar con los dedos de la mano de un manco. Que pesambre.
Así fue, de Maisons a París, de París a Madrid y de Madrid a Molina de Segura y San Javier. De los verdes y húmedos pastos a las tierras cuasi yermas y marrones. Del día a la noche. Uff que pesimismo y derrotismo más chungo, y no es para tanto. Bueno hasta aquí el relato en fascículos de las vacaciones del 2016, me ha costado unos años, pero por fin la publico para el que le interese.
Hasta la siguiente.