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Posts Tagged ‘Washington Square Park’

The last day in NY.

El último día en NY. Y no se porque pero me pareció el día más…, como decirlo, más soso.

Madrugamos como siempre. Desayunamos como casi siempre, en el European café.

Lo primero que hacemos es volver a B&H para ver si tienen la Nintendo DS y el iphone y aprovechar el cambio euro-dólar. Pero no tienen ninguno de los dos, así que nos vamos a nuestras cositas, ver los villages, Soho, Chinatown,… No se lo que nos dará tiempo de ver, lo que sí queremos es terminar en el Flatiron.

Bajamos callejeando y nos introducimos en el Greenwich Village. Sin rumbo fijo vamos paseando por el Nueva York de casa pequeñas, con escaleras exteriores de servicios, con tiendas pequeñas de barrio. En la zona no tenemos prefijado ver algo en especial. En una de esas calles, la que va a parar al lado oeste de Washington Square Park, está la casa de la creadora de “Mujercitas”. No es que tenga un interés especial, la casa no se puede visitar, pero siempre viene bien saber cositas, además es en esta zona, los alrededores de WSP, donde se hospedaban a finales del XIX y principios del XX muchos escritores y artistas. Aún hoy en día siguen haciéndolo, Nicole Kidman o Willem Defoe poseen casas en la zona.

Llegamos a Washington Square Park donde está el Washington Arch. Un arco de triunfo que no es gran cosa, pero que para los seguidores de la serie Friends tiene algo especial, por lo menos para mí, cuando la veía me preguntaba donde estaba el arquito. Pues por fin iba a verlo, y ¡zas!, chasco al canto. La mitad del parque está en obras, entre ellas el arco y no se puede ver más que a través de alambradas y con escombros de por medio. Una pena.

Sin embargo, aprovechamos el parque para descansar un rato en un banquito de la zona que no está empantanada de polvo y basura.

Momentos después tomamos camino al Soho y Chinatown bajando por la calle Laguardia, que cambia el nombre por el de West Broadway en el siguiente cruce. ¡Qué arrepentido estoy de bajar por esta calle! La cosa empieza bien, pues había algunas tiendecillas pequeñas y alguna que otra galería de arte. Pero más abajo empezó, como decirlo, como contarlo, empezó el acabose.

Paseábamos por la acera de la izquierda, según nuestra dirección, cuando en la acera de enfrente se divisa una tienda de DKNY. Pues hala, para allá que vamos. Paso dentro y busco un asiento mientras los demás miran que comprar. Salimos de la tienda y no habíamos salido del todo cuando enfrente se encuentra Ralph Lauren. A cruzar se ha dicho. Esta vez me quedo fuera. Personalmente no disfruto yendo de compras, salvo que sea necesario, pero por otra parte, con el chasco que tuvimos el día del outlet, comprendo que se aproveche cualquier momento para poder hacer alguna que otra compra, y más con el punto tan favorable que teníamos con el cambio monetario. Esto nos retrasaba, pero bueno, tampoco se puede hacer lo que uno quiere cuando se va en grupo, si no coges y te vas solo, así harías lo que te diese la gana.

Fue salir de Ralph Lauren y ver en la acera de enfrente la tienda de Tommy. Fue en este momento cuando, en lugar de esperar en la puerta, los que no ibamos a entrar decidimos esperar a los que sí, en un pub que vimos en la esquina de la calle Broome con West Broadway, el Kenn’s Broome street Bar. Siempre íbamos a estar mejor tomando una cerveza que en la puerta.

A pesar de tanta tienda, solo hubo suerte con un bolso en DKNY. No hubo suerte.

Si la hubo cuando llegaron al pub-bar-restaurante los compradores compulsivos y decidimos comer allí mismo. El sitio era un lugar coqueto, pequeño con apenas diez mesas, unas cinco en la sección del bar, muy pequeño para comer, simplemente servía para estar sentado mientras que te tomas un café o un refresco. Todas estaban pegadas a una gran cristalera que tenía pintados el nombre del bar. Un poco más al interior, en una pequeña salita, había otras cuatro o cinco mesas, estas más grandes en las que podías sentarte más cómodamente, pero sin pasarse. En la pared del fondo tenían escrito con tiza el menú que tenían.

Es la primera vez que hacíamos la comida tirando de carta, normalmente habíamos comido en buffets o en locales de comida rápida, pero hoy nos encontramos con esto y ya no buscamos más. De todas formas era una calle en la que no abundaban los bares y restaurantes con lo que nos vino bien quedarnos allí. En cuanto a la comida, según me apuntan, fue una comida típica de aquí, hamburguesa con todas las salsas habidas y por haber. Además nos pusieron, más bien pedimos, unos nachos para abrir boca. Todo esto dulcificado a base de coca-colas y cervezas, varias cervezas. No estuvo mal, eso si, tengo es un buen recuerdo del sitio.

Terminamos y sin tiempo para descansar, seguimos la marcha. Continuamos hacia el sur por la misma calle, la West Broadway, hacia Chinatown. Cuando llegamos a Canal street todo cambió radicalmente. Del lujo y el arte, a la aglomeración, la falsificación y la chabacanería. Fue cruzar a la acera sur y tener que andar rigurosamente saliéndote a la calzada, mientras mucha gente te ofrecía sus productos en la calle, pero no te los ofrecían como en el mercado “mire, señor que reloj tan bonito”, no, te ofrecían sus productos casi a escondidas y, sobre todo, nombrando la marca que ellos te vendían “Louis Vuiton”, “Rolex, Rolex”, etc. Si picabas, entonces es cuando te enseñaban la mercancía, casi como de droga se tratase. Sobra decir que todo era falso como la falsa monea.

La calle estaba repleta de bazares y tiendas que te venden desde tiritas a tecnología punta (es un decir). Y esto es lo que vimos de Chinatown. Si había más calles, que seguro que las hay, no nos apeteció meternos pensando que iba a ser igual. Seguramente no lo sea pero viendo la cutrería en Canal street preferimos dirigirnos a Little Italy.

Dicho y hecho, en una calle de cuyo nombre no puedo acordarme nos fuimos hacia el norte y llegamos a Little Italy. Es una calle con bastante animación con transeúntes que van y vienen. Está llena de pizzerías, trattorías y demás restaurantes italianos. Todo indicaba que estábamos en Italia, hasta las bocas de incendios estaban pintadas con los colores de la bandera italiana.

Nos sentamos en una terraza que, qué casualidad, está en la esquina con la calle Broome, hoy todos los bares que visitamos están en esquinas con esa calle. Lo dicho, nos sentamos en una terraza a tomar café, a ver si aquí hacen el capuchino mejor que en el Starbucks. Y efectivamente, el café está bastante mejor.

Justo al lado nuestro, hay un pequeño refrigerador expendedor de helados, que debían estar muy buenos, porque no paraban de vender cucuruchos. Como diría mi cuñada “el sitio tiene salida”.

Mientras que nos tomamos el café, disfrutamos de la calle, de la gente, del panorama.

Terminado nuestro tentempié nos vamos hacia la cuarta avenida y así llegar a Union Square. El camino se nos hace largo. Pasamos por calles y callejuelas que no tienen ningún atractivo turístico, salvo el social de ver como es otra zona de Nueva York.

Llegamos a Union por la esquina sureste y lo primero que me llama la atención es la tienda de Virgin, enorme como la de Times Square. Por lo demás Union Square me defraudó un poco, simplemente es un parque, eso si, multitudinario. Estaba el parque plagado de gente, me imagino que aprovechando las últimas horas del fin de semana.

Cruzamos el parque y continuamos por Broadway para terminar el día viendo el edificio plancha, es decir, el Flatiron. Mira que es delgadico el edificio, incluso en la parte de atrás. Pero es original, teniendo en cuenta que aquí solo hay edificios de planta cuadrada y a cada cual más alto, ver un edificio de forma triangular y que en su esquina más delgada apenas cabe una ventana hace de este edificio uno de los más originales del mundo. Curiosamente, a pesar que no es muy alto, durante un tiempo fue el más alto de Nueva York y que la gente pensó que no resistiría al viento y que este lo derribaría.

Estuvimos pululando por los alrededores, aunque no entramos en el parque Madison. Estamos tan cansados que nos hacemos las fotos sentados, con el Flatiron detrás.

Aquí terminamos la ruta turística de hoy. Ahora  toca, como no, ir de compras a Macy’s, otra vez, a ver si terminamos las compras de regalitos para la familia. Yo no me estoy quieto y al final pico también comprándome una camiseta Nike.

Cansados, como todos los días, volvemos arrastrando el culo y con las compras de última hora nos vamos a cenar. Esta vez ya habíamos decidido donde íbamos a ir, el restaurante Swing 46. Está en la calle 46, nuestra calle, y tiene música de jazz en directo.

Al entrar te encuentras en la zona del bar. Una larga barra con tres o cuatro mesas en la pared de enfrente, separadas de la barra por un par de metros de pasillo. Al final del bar se encuentra una amplia sala con unas veinte mesas que rodean una pista de baile y la zona de orquesta y cantante. Nosotros nos colocamos en la zona del bar, que disfrutábamos de la música, pero que podíamos charlar sin tener que levantar mucho la voz.

Lo primero y primordial son las cervezas. Que gusto da no tener que conducir y poder tomar las cervezas sin tener ninguna cortapisa, ¡qué buenas estaban! ¿eh, Juanpe?

Esta noche nos gustaron los mejillones, pero sobre todo, la ensalada Cesar, fue la mejor de las que hemos ido probando en todo Nueva York.

La última cena en la ciudad y nos ha sentado genial. Mi pie derecho no decía lo mismo, me temía una ampolla, o como poco una herida cojonera que no me dejara disfrutar de los siguientes días. Por suerte al final no fue nada, ni siquiera una rozadura, solo un simple dolorcillo de tanto andar estos días.

Esta noche no podíamos perder el tiempo, al día siguiente partíamos hacia Buffalo y aún teníamos que hacer las maletas. Así que eso es lo que hicimos, al terminar de cenar cogimos nuestros bártulos y nos fuimos al apartamento.

Nueva York se terminó. Se acabó lo que se daba. Nos llevamos un recuerdo estupendo de la ciudad y de su gente, amable como pocas. Aunque la ciudad no era santo de mi devoción, reconozco que me ha encantado, he disfrutado cada metro cuadrado de los que he visto, y me ha sorprendido muy gratamente. Me imaginaba una ciudad masificada, sucia, desordenada que no caótica, y lo que me encontré fue todo lo contrario, salvo lo de la masificación.

Cierto que he hablado de Nueva York como si la hubiese visto entera, pero en realidad solo he pisado Manhattan, con lo que queda para un posterior viaje el ver el resto de los barrios de la ciudad.

La semana ha sido intensa, no hemos parado ni un momento, no hemos tenido problemas gordos, todo lo que  nos ha pasado lo hemos solucionado sin ningún tipo de problemas. Aunque ha habido ligeras variaciones en el planning prácticamente se ha seguido a raja tabla, con cansancio, pero con ilusión. Pese a que no tengo pensado volver en un corto espacio de tiempo, espero tener la salud suficiente, y dinero, para poder volver a visitar la ciudad que nunca duerme.

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