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Posts Tagged ‘Batería’

El cementerio de La Cambe, es un cementerio militar de soldados alemanes que combatieron en estas tierras normandas. Es uno de los muchos cementerios que se encuentran en estas tierras. Lo que le hace único es que es el más grande de todos, más de 20000 soldados están enterrado allí. Lo que pasa con el cementerio es que no es muy conocido, debido, sobre todo, por que es el cementerio de los invasores y perdedores. Es mucho más conocido el americano, por se el de los libertadores, además de ser más fotografiado y filmado.

Perdón, me he lanzado muy directamente al tema del que va a tratar este post, de lo que hicimos este penúltimo día en Normandía.

Lo primero de todo muy buenas. Y a partir de este momento a contar lo que hicimos ese día. Hoy nos encontramos todos en perfectas condiciones para movernos y disfrutar de los lugares que vamos a visitar.

Evidentemente la diana sonó muy temprano, a las nueve debíamos estar en nuestro primer punto de visita. El día amaneció sombrío y gris, incluso un poco mojado con una ligera llovizna intermitente. Este amanecer ayudó mucho en la visita del cementerio de La Cambe, que como ya he dicho, es un cementerio alemán. Se caracteriza en que las tumbas están marcadas con placas en el suelo y de vez en cuando grupos de cinco cruces pequeñas. Todas ellas, placas y cruces, de piedra oscura volcánica. En el centro hay colocado un montículo con una gran cruz de piedra volcánica también, en el que están enterrados mucho soldados alemanes desconocidos. Paseamos silenciosamente, procurando guardar el mayor respeto y no romper la paz que trasmite el lugar.

Tras presentar nuestros respetos a los soldados alemanes, continuamos el recorrido que teníamos marcado. De aquí nos dirigimos al Pointe du Hoc. A partir de aquí el día empezó a despejarse, como si supiera que ya habíamos salido del campo santo de La Cambe.

Al llegar a Pointe du Hoc nos encontramos un paisaje lleno de cráteres que fueron ocasionado por el tremendo bombardeo que sufrió por parte de la aviación aliada los días anteriores al desembarco y por los barcos americanos ese mismo día D, y que los que mantienen el lugar lo han dejado tal cual quedó esos días para que uno pueda darse cuenta del tremendo ataque que sufrieron los alemanes.

La batería alemana está situada en la cima de un acantilado de unos treinta metros de altura y tenía, o debía tener, seis cañones de 155 mm que amenazaban el desembarco de las playas Utah y Omaha. Y digo debía, porque en realidad solo estaban las casamatas y unos tubos que falseaban los cañones. Los verdaderos cañones los habían sacado los soldados alemanes unos cientos de metros tierra adentro para que no fueran dañados en los intensos bombardeos que sufrieron.

Cuando los Rangers consiguieron llegar a la cima se encontraron solo con lo que quedaba de las tropas de a pie alemanas, pero ni rastro de los cañones. Aún así avanzaron en su incursión y de casualidad encontraron los cañones y los inutilizaron, para después retroceder hasta la batería, donde debían aguantar hasta la llegada de refuerzos y reemplazos desde la playa de Omaha

Lo malo que es estos refuerzos debían llegar en unas horas y tardaron un par de días, con lo que la defensa del emplazamiento fue muy dura, hasta el punto que estuvieron a punto de quedarse sin munición. Por fin, el día 8 llegaron estos y pudieron descansar.

Nosotros íbamos de hoyo en hoyo haciendo el pollo, bueno de cráter en cráter para así entender y creer lo que se vivió allí. Justo en la punta del promontorio se encontraba el bunker por el que se fijaban las coordenadas de tiro de las baterías, el lugar donde tenían mejor visión del canal. Encima de este se ha colocado un monumento que simula la daga que llevaban los comandos de los Rangers.

Tras una horica paseando por este paisaje lunar continuamos hacia el lugar estrella del día, la playa de Omaha.

Entramos por la punta más al oeste de la playa, lo que se le llamó sector Charlie, por la población de Vierville sur Mer. En la orilla de la playa aparcamos el carromato y pudimos tomar medidas de lo tremenda que era la playa, tanto en longitud como en anchura, más o menos unos 8 kilómetros de largo y unos cientos de metros de ancho cuando está con la marea baja, como el día que estuvimos allí.

En la playa de Omaha ocurrió el desembarco más sangriento de todo el día D. Empezando desde los días anteriores al mismo con el bombardeo aéreo de los emplazamiento alemanes que fueron un absoluto fracaso y apenas hicieron daño, con lo que los soldados se encontraron una fuerte defensa. Ni siquiera con los disparos desde los barcos lograron diezmar mucho a los alemanes. Eso provocó una verdadera matanza en los soldados estadounidenses que se encargaban de tomar esa playa. Se estima en alrededor de 4500 las bajas americanas y unas 1000 alemanas. Incluso se llegó a pensar en algún momento en dar marcha atrás al desembarco en esta playa.

Por suerte al final del día se había conseguido alguna incursión haciendo pequeñas cabezas de playa que sirvieron para que el par de días siguientes terminaran de tomar la playa totalmente.

En esta playa, en uno de los emplazamiento de ametralladora alemanes estaba al que se denominó «la bestia de Omaha», Heinrich Severloh. A este soldado alemán se le atribuyen la muerte de más de 2000 soldados americanos con su ametralladora MG-42. Personalmente me parece un tanto exagerado el dato. Dicen que disponía unas 12000 balas y que cuando los americanos llegaron a su emplazamiento no quedaba ninguna. Pero eso no significa que fuera tan eficiente, además de que en su sector no creo que solo estuviera su ametralladora con lo que es factible, que aunque si fuera muy sangriento su ataque, no consiguiera abatir a tantos soldados americanos. La proporción es que de cada seis balas que disparó una logró su objetivo. Creo que es una probabilidad muy alta para el stress que debió sufrir en esos momentos.

Después de pasear y tomar el solecico bueno en ese punto durante un tiempecillo, y tras un intento de estafarnos por parte del bar del lugar, volvimos a la camioneta y nos movimos a lo largo de la playa hasta llegar al centro de ella, donde se sitúa un espectacular monumento al combate de ese día. El monumento está acotado con una mini barrera para que a nadie se le ocurra poner las manazas en semejante símbolo a la libertad y a la paz.

El monumento a los Bravos o Valientes simula unas alas, las alas de la libertad, esperanza y fraternidad. De la libertad por el ejemplo de los se levantaron contra el opresor. Esperanza para que su espíritu nos siga inspirando y que unidos se puede conseguir cualquier cosa. Y fraternidad para recordarnos nuestra responsabilidad hacia los demás y hacia nosotros mismos.

Alrededor de este monumento y lugar nos movimos con más tranquilidad para disfrutar del sol, quitarnos las zapatillas y pisar la arena. Por supuesto, hacer unas cuantas fotos.

Llegaba el momento de la comida. Ya teníamos hambre después de estar dándonos un buen tute matutino. No me acuerdo ni donde, ni que comimos, pero seguro que no fue barato, justo estábamos en la playa más visitada, con lo cual, la playa más cara para los turistas. Lo mejor para los que tengáis intención de ir por estos lugares es que os preparéis un bocatas de salami y unas cervecillas, el bolsillo lo agradecerá.

Casi sin descanso ni siesta nos fuimos al siguiente punto de visita, el cementerio americano. Está en el municipio de Colleville sur Mer con la playa de Omaha a sus pies. No podían haber escogido un lugar mejor para dar descanso y rezar a los muertos por esa batalla. En el se encuentran enterrados más de 9000 soldados que murieron en la segunda guerra mundial, además de uno que murió en la primera guerra. Este es un hijo del presidente de los Estados Unidos Theodore Roosevelt, Quentin. Fue enterrado junto a otro hijo del presidente que murió en la segunda guerra, Theodore Jr.

También están enterrados dos de los cuatro hermanos Niland que lucharon en la segunda guerra. En la historia de estos se inspiró Steven Spielberg para hacer «Salvar al soldado Ryan»

Si bien hacía un día estupendo, el abotargamiento se apoderaba de nuestros cuerpos tras haber comido y había momentos que estábamos allí, pero como si no estuviéramos.

Eran las tres de la tarde cuando terminamos la visita al cementerio americano y media hora después estábamos aparcando a los pies de la batería de Longues sur Mer.

Esta iba a ser la última batería del muro atlántico que íbamos a ver en estas vacaciones. Algunos pensaron «ya está bien de tanto cañón» Puedes acceder sin ningún tipo de cortapisa, no está encerrada en un recinto, ni posee ningún museo, ni nada de nada. Solo hay un pequeño aparcamiento al lado con un pequeño punto de información turística.

Se puede pasear, subirse encima, entrar en las casamatas o ir al punto de tiro libremente. Además no está abandonado a la mano de Dios, tiene sus alrededores con la hierba bien cortada y muy limpico el suelo. Además te encuentras que los cañones que están en los bunkers son los auténticos de tiempo, nadie se los ha llevado, ni están reconstruidos. Están tal cual los dejaron los británicos después de tomarla.

La batería consta de cuatro casamatas de disparo y su bunker del puesto de tiro. Por supuesto, en su momento también disponía de puestos de ametralladoras y antiaéreos, que ahora apenas los descubres, pero eso si, están ahí, así que hay que ir con cuidado, sobre todo, fuera de los caminos por si caes en alguno de ellos.

Fue bombardeada los días anteriores al desembarco (apenas le hicieron rasguños) y luego atacada por varios barcos de la flota aliada hasta que el día 7 fue tomada muy fácilmente por soldados ingleses procedentes de Gold beach.

Estuvimos paseando por los bunkers, los críos subiéndose a los cañones, nos hicimos una fotico en un Willis que algún voluntario lo llevo ese día. Cuando llegó el momento de ir al puesto de tiro todos se rajaron salvo mi hermano, mi hija y un menda lerenda. La verdad es que el día había sido largo y aunque no eran ni siquiera las cinco de la tarde, el cansancio empezaba a tocarnos los músculos.

El puesto de tiro está muy bien conservado, apenas le dispararon, tiene algún que otro cañonazo, pero apenas afecto a la estructura. Está situado a 300 metros de los bunkers, al borde del pequeño acantilado. Tiene una visibilidad magnífica de lo que se le venía encima. La batería cubría las playas de Omaha y Gold, gracias al alcance de sus cañones.

Después de estar subiendo y bajando por el puesto nos fuimos adonde estaban los otros, que estarían cansados pero se estaban tomando un heladito bueno para recuperar fuerzas.

Hoy casi se habían acabado las visitas culturales. Digo casi porque todavía íbamos a bajar a Bayeux a ver un espectáculo de luz y sonido que hacen todos los veranos sobre la catedral y un árbol centenario que hay al lado.

Llevábamos tiempo viendo carteles por los postes en las carreteras anunciando el evento y pensamos que podía esta bien verlo. Así que después de descansar un rato en casa y tomar algo de cena nos acercamos a Bayeux, solo se quedaron en casa Toñi y Mariluz. Se arrepintieron.

El espectáculo fue un espectáculo, valga la redundancia. Mientras la catedral era iluminada con distintos dibujos o luces de colores, en el árbol de la libertad (así lo llaman allí porque fue plantado tras la revolución francesa, el de Bayeux dicen que fue plantado en 1797) eran proyectadas imágenes acompañadas con música o historias. Alucinante. Lo bueno fue que no había mucha gente, sobre todo, debido a que no se hacía solo un pase en todo el verano, se iban haciendo cada dos o tres días durante los meses de julio y agosto.

Ya de madrugada nos recogimos en nuestra madriguera esperando la llegada de la nueva luz del nuevo día.

Hasta pronto.

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Otro día en el paraíso.

El cuarto día en Normandía volveríamos a visitar pueblos y lugares del desembarco. Esta vez íbamos a ir a la otra punta del desembarco. Si el primer día empezamos por la invasión de los paracaidistas británicos de la zona este, hoy íbamos a ir la zona oeste con la 82ª y la 101ª aerotransportada americana.

Un poquito de historia que tanto os disgusta.

Al igual que en el este y a la misma hora, fueron lanzados miles de soldados paracaidistas americanos en la península de Cotentin, a unos pocos kilómetros en el interior desde la playa de Utah, sobre la zona del pueblo de Sainte Mère Église. Principalmente porque era un punto estratégico de cruces y puentes para conquistar y proteger hasta la llegada de las tropas desde la playa.

Muchos de los paracaidistas murieron ahogados ya que los alemanes habían inundado muchas zonas precisamente para que le fuera difícil al enemigo descender o moverse por la zona. Los paracaidistas tenían previsto caer al oeste del pueblo, pero unos cuantos cayeron por error en el mismo pueblo cuando, precisamente, estaban todos los alemanes intentando apagar un incendio en una casa, con lo que casi los estaban esperando. Fue una masacre. Como curiosidad, que muchos ya sabréis si os gustan las pelis de la segunda guerra mundial, uno de los paracaidistas, John Steele, vio todo sin poder hacer nada pues quedó colgado de uno de los pináculos de la iglesia, y se mantuvo en el hasta que los alemanes se dieron cuenta que estaba vivo y lo hicieron prisionero. Fue uno de los pocos que se salvo de los que cayeron en la ciudad.

El resto de los paracaidistas corrieron diversa suerte (la operación fue más desastrosa que exitosa), aunque, eso si, consiguieron tomar y defender varios puntos desde los cuales el resto de las tropas consiguieron avanzar con algún que otro problema en el objetivo principal de reconquistar Francia.

En cuanto al desembarco por mar (perdón por la tontería, no puede haber un desembarco por tierra) fue más exitosa que la aérea aunque casi sin querer. Me explico. Las embarcaciones destinadas a la playa Utah iban a desembarcar en una zona, pero un error de cálculo hizo que lo hicieran unos kilómetros más al sur, con lo que no sufrieron muchos cañonazos de las batería de Crisbecq y Azeville. También había menos tropas de las esperadas esperándoles con los que también fue más fácil el asalto a la playa.

El «único» problema fue que al salir más al sur tardaron más en encontrarse con las tropas caídas del cielo y así avanzar más rápidamente. Eso sí con más o menos rapidez llegaron a Sainte Mère Église y consiguieron liberarla. Fue una de las primeras poblaciones que fueron liberadas en el desembarco y la primera que se liberó en la península de Cotentin.

Creo que ya está bien de historia, aunque amenazo con volver, je, je.

Yendo a lo que hicimos nosotros ese día lo empezamos con una baja en el equipo. Mariluz no se encontraba bien, así que tomamos la decisión de ordenar a su marido que se quedara con ella para que no hiciera ninguna tontería (luego nos enteramos que fue sobornado e hicieron una tontería perdonable) Los restantes seis nos montamos en nuestra carroza mágica y cabalgamos hacia la guerra.

Justo a la hora oportuna llegamos a la batería de Crisbecq, el lugar más lejano del día, y desde allí íbamos a ir acercándonos otra vez a casa. A las nueve de la mañana abrían el pequeño museo de la batería. La batería no se había terminado de construir en el momento del desembarco, pero tenía dos casamatas para los cañones que si estaban conclusos. Los demás cañones estaban al descubierto. El lugar fue bombardeado la noche anterior al desembarco provocando daños, pero no los suficientes como para dejarla inactiva, es más, uno de los cañones hundió uno de los barcos aliados.

Lo que si no pudo hacer fue atacar las posiciones del desembarco en la playa debido a lo que ya he dicho anteriormente de la equivocación aliada de llevar unos kilómetros al sur las tropas a desembarcar. En la misma batería de Crisbecq se situaba la posición de tiro de otra batería, la de Azeville (que luego veríamos de pasada), ya que no tenía visión directa al mar, cosa que no entiendo por parte de los alemanes, dejará de haber sitios en Normandía para acercar la batería hasta el lugar oportuno. Pues al parecer no.

Estuvimos paseando y visitando cada edificio y emplazamiento de los cañones, incluso uno que está fuera del museo. Debe ser que el paisano poseedor de esas tierras no ha querido vendérselo al museo. Seguro que pide más pasta. Bueno, que me desvío del tema. En varios edificios hay recreaciones de lo que fue cada uno, enfermería, cocina, etc… Lo que me pareció más curioso fue enterarme de lo que le había pasado a una de las casamatas, la que esta en la entrada. Está totalmente hundida y destruida, solo queda el cañón, que evidentemente ha sido colocado posteriormente para poder ver y situarte de como era la casamata. Yo pensé que había sido destruida por la acción de los cañones de los barcos, pero no fue así. Resulta que el hundimiento del pedazo de techo de tres metros de grosor se debió al mal manejo de la artillería por parte de los americanos cuando estos terminaron por tomar la batería. Un par de días (más o menos) después  de la conquista, estos estaban manejando lo que quedaba de arsenal en el interior de la casamata cuando explotó todo el arsenal, lo que hizo que todo el bloque se levantara, se partiera y cayera totalmente hundido en el interior del bunker. Que explosión no sería para conseguir lo que no pudieron hacer los barcos, destrozar la casamata.

En el asalto en los días posteriores al desembarco (los días 7 y 8 de junio), los alemanes tuvieron que tomar la decisión de pedir ayuda a la batería cercana de Azeville, pidiéndoles que las bombardearan para hacer que se fueron los asaltantes. Uno de los zambombazos que lanzaron desde Azeville tuvo el tino de entrar por la misma puerta de uno de los bunkers auxiliares dejando un boquete de un metro de diámetro, más o menos. Espectacular. Y que casualidad.

La visita se alargó más de lo esperado, pero es que cuando uno está disfrutando de lo que ve no se da cuenta de como corre el tiempo. Además, al contrario de otras baterías o lugares que visitamos, en esta nos dieron un par de papeles explicativos de lo que era cada sitio, y eso te da pie a que veas cada piedra de distinta manera. Lo vives más.

Sobre las 10 y media nos fuimos hacia la batería de Azeville, a apenas unos 5 kilómetros de la de Crisbecq. Aparcamos la furgoneta y nos dimos una vueltecilla por el par de bunkers que hay justo al lado del aparcamiento. Nos subimos encima, entramos en los pocos agujeros que era posible entrar.

Justo al otro lado de la carretera que divide la batería están las otras dos casamatas a las que para acceder tienes que pagar (normal). Como acabábamos de ver la otra batería y apenas había un par de casamatas, decidimos no pagar, lo único que hicimos fue pasear al lado de la valla y ver las pinturas que tenían las casamatas, que simulaban la pinturas que tenían en aquel tiempo para camuflarlas y hacer creer que eran casas en lugar de bunkers. Aunque nos fuimos tan felices de no habernos perdido nada, resulta que si nos perdimos la cantidad de cientos de metros laberínticos subterráneos que tenía la batería, donde estaban todas las dependencias. Bueno, la próxima vez que visite la zona entraré.

Como historia no se puede contar mucho más que cualquier otra batería, salvo lo que he contado anteriormente, que su posición de tiro se encontraba en la de Crisbecq, principalmente porque las cabeza pensantes alemanas fueron un tanto inútiles a la hora de colocar una batería que tenía que disparar a barcos en un sitio en el que no se veía el mar. Otra cosa, que también le sucedía a muchas baterías, era que estaba inacabada en el momento de la invasión. Y como nota curiosa, que los soldados estaban tan aburridos que se montaron una piscina, un campo de fútbol y hasta un casino.

Llegaba el momento estrella del día, la visita del pueblo de Sainte Mère Église y del Museo Aerotransportado, uno de los mejores de toda Normandía.

El pueblo es pequeñito, pero muy turístico debido a la segunda guerra mundial. Y a pesar de la gente que había nos fue muy fácil aparcar la furgo en pleno centro del mismo, justo al lado de la plaza. Y lo primero que había que hacer era tomarse algo antes de que nos cayéramos desfallecidos. En la misma plaza nos tomamos un cafelito y unas pastas. Tras eso y la visita a una tienda de souvenirs militares, nos dispusimos a ver al soldado Steele colgado del pináculo de la iglesia, principal atracción turística del pueblo hasta que se abrió el museo.

Lógicamente, visitamos la iglesia por si tenía algo merecedor. No tiene gran cosa, es más lo único reseñable por mi eran las vidrieras modernas en la que salían paracaidistas al lado de la Virgen.  Otra vez fuera, hicimos un ligero paseo por la plaza y viendo que si entrábamos al museo a esa hora (sobre la 12), seguramente no comeríamos hasta las cuatro de la tarde y sabiendo como son los franceses para sus horarios, a esa hora solo comeríamos donuts o algo similar, con lo que tomamos la osada decisión de comer, ¡¡¡a las doce!!! Había que hacerlo. En la plaza no había mucho donde elegir, pero había un hueco en una pizzería en el lado contrario de la plaza con respecto a la iglesia, y a 10 metros de la taquilla del museo, y allá que fuimos.

Comimos visto y no visto y sobre la una menos cuarto ya estábamos dentro del museo, del pedazo de museo.

Es pec ta cu lar.

El museo es uno de los mejores de Normandía, aunque me faltarán unos cuantos (hay infinidad) por visitar. Está principalmente dedicado a las divisiones 82ª y 101ª aerotransportadas del ejército de los Estados Unidos. Se inauguró en 1964 y en un principio solo tenía un edificio. Por cierto, está construido en el lugar de la casa que se incendió previamente a la caída de los paracaidistas americanos y que hizo que desvelara, con la luz del fuego, su caída.

Actualmente tiene tres, cada cual más interesante. En uno, el más viejo, hay un planeador original Waco, que además es el único que hay en Francia. Lo mejor es que lo han adaptado para que puedas subirte y poder ver como era su interior y como iban los paracaidistas. El edificio es redondo, simulando un paracaídas de la época y alrededor del planeador hay infinidad de vitrinas con multitud utensilios y enseres que llevaban los soldados en la guerra.

El segundo edificio, inaugurado unos 20 años después, contiene un avión original Dakota C-47. La pena es que no pudimos subirnos a el, solo lo puedes observar desde fuera. Y el tercer edificio, el más moderno contiene simulaciones de esos días, de los lanzamientos y de las luchas por los puentes y de los pueblos.

Fue una visita más o menos rápida, apenas una hora y media, pero yo personalmente disfruté como un bebé saltando en un charco. Recomiendo la visita del museo, aunque no se sea muy aficionado a lo que pasó en la segunda guerra mundial, o no se sea a la guerra en general. Si sabes inglés o francés puedes aprender bastante de lo que pasó en esos días. Un último detalle curioso, si no recuerdo mal, el museo está financiado por donaciones de los americanos principalmente.

Ya habíamos acabado con el pueblo de Sainte Mère Église y tocaba avanzar en nuestro cometido. Ahora nos íbamos a acercar a un pequeño lugar, que parece actualmente insignificante, pero que fue uno de los sitios donde se peleó con más fiereza de los días del desembarco por los paracaidistas de la 82ª división. Al Memorial Paracaidista o Memorial Iron Mike. Fue donde se produjo la batalla de la Fière.

Los paracaidistas que cayeron la noche del 5 al 6 de junio debían tomar diversas zonas y puentes, entre estos estaba este de la Fière. Entre unas cosas y otras se tardó cuatro días en tomar este puente «insignificante» sobre el Merderet, un río que prácticamente se puede saltar, apenas tiene unos cinco metros de ancho. Visto ahora parece fácil, pero entonces, toda la zona al oeste del puente estaba inundada y era impracticable, con lo que no solo había que capturar el puente sino una franja bastante larga de carretera que encima no tenía protección de árboles, casas o montículos. La «batallita» duró cuatro largos días en terminarse. Y en memoria a las vidas perdidas y a los que sobrevivieron en la lucha se colocó este memorial, una estatua de un soldado estadounidense mirando hacia el oeste.

Tras unos minutos haciendo fotos y pastando como las vacas por los verdes prados, cogimos otra vez carretera y manta y partimos hacia Utah beach, nuestro último destino del día. En el camino que nos llevaba a la playa y a un par de kilómetros a la salida del pueblo de Sainte Marie du Mont paramos a hacer una foto a una estatua que me pareció interesante y que estaba en medio de la nada acompañada por un par de banderas de Estados Unidos y de Francia y rodeada de maizales. Después me enteré que estaba dedicada a un grande de la segunda guerra mundial, estaba dedicada a Richard D. Winters. Dicho así seguramente a nadie os sonará el nombre, pero a lo mejor os suena más si os digo que era el oficial al mando de la Compañía Easy que fue llevada a la pequeña pantalla en la serie «Hermanos de sangre» y que relata su vida desde el entrenamiento en Inglaterra hasta el final de la guerra cuando llega al retiro de Hitler en Berchtesgaden.

Tras hacer la foto sin querer queriendo, como diría el Chavo del ocho, continuamos para la playa. Enseguida llegamos y aquí si nos dimos cuenta de como pudo ser el desembarco. A ver, faltaban muchas cosas, bunkers, nidos de ametralladoras, los barcos, etc., pero si que estaba la playa cuasi tal cual estaba entonces. En esta zona no ha habido el boom del ladrillo o simplemente se ha protegido la naturaleza, no como la zona de las playas del este, Sword, Juno y Gold, que, aunque había pueblos costeros, también se construyó cerca de la playa.

Además, al ser verano, las playas estaban abarrotadas de gente, mientras que en Utah solo había gente viendo el lugar del desembarco, como mucho un par de paisanos paseando al perro. De esta manera, uno podía imaginar como fue la batalla, sin que hubiera ningún obstáculo que dificultara la visión.

Podíamos haber entrado al museo de la playa, pero como en las anteriores, decidimos no hacer tanto gasto. Parece que no, pero si hubiésemos visitado todos los museos que más o menos teníamos previsto visitar, nos hubiésemos gastado unos 50 o 60 euros diarios por persona, con lo que hubiéramos llegado aproximadamente a los 1000 euros solo en entradas de museos en mi familia. Una pasta.

Volvamos al tema. Estuvimos viendo los tanques que habían apostado por allí las autoridades pertinentes, las lanchas de desembarco, los obstáculos alemanes, y sobre todo, la playa. Es enorme, tu. No llegas a su fin con la vista.

El día era soleado y con el mar enfrente solo tenías una opción, meter los pies en el. Y eso hicieron los chiquillos. La tarde solo transmitía paz, el mar tranquilo, con una brisilla que apenas te movía los pelillos, sin ruidos ni ladridos. Lo que se suele venir llamándose, tranquilidad. Lo único que apetecía era quedarte mirando la inmensidad de la playa y el mar. Tal vez leyendo un libro mientras pasan los minutos. Tal vez charlando con tu mujer o con los críos. Tal vez simplemente viendo pasar las horas. Lo que se perdieron Joaqui y Mariluz.

Minutejos después de poner los juanetes en agua salada, llegaba la hora de volver a la carretera. Sobre las cinco y media partíamos ya hacia casa, se había acabado el día. Nos quedaba todavía una hora de camino, aunque pudo ser menos sino hubiésemos estado vagando por esos caminejos sin rumbo ni dirección hasta que pudimos llegar a la nacional. Este día nos perdimos el museo de tanques que hay cerca de Carentan, pero el tiempo es el tiempo y no pudo ser.

Cuando llegamos a casa nos encontramos que Mariluz se encontraba mejor (estupendo) y que habían aprovechado para acercarse al pueblo de Port-en-Bessin. Estaba a un paseo de seis kilómetros entre ida y vuelta.

Esto es lo que dio el día, así que cenamos, charlamos, chateamos, y nos fuimos al catre.

Hasta pronto.

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Es el momento de iniciar nuestro desembarco particular por tierras normandas. El 6 de junio de 1944 fue el desembarco de Normandía, el 6 de agosto de 2016 tomamos estas verdes tierras en nombre de los Hernández, 72 años, 2 meses y unas horas después de que lo hicieron los aliados.

Empezamos nuestra semana como lo hicieron entonces, en la batería de Merville y el puente Pegasus. Todos tenemos en nuestra mente que el desembarco de Normandía fue lo que fue, el desembarco de miles de soldados y de material para abrir otro frente en la segunda guerra mundial en la lucha contra los alemanes. En realidad, el desembarco es eso, pero esto sólo es una parte de la batalla de Normandía. Pero no solo fue el hecho intrínseco de la llegada de barcos a las orillas de las playas.

A parte de la preparación de la batalla durante meses, el inicio lo marcan dos incursiones con tropas aerotransportadas (osease, paracaidistas), una por el este y otra por oeste. Hoy íbamos a recorrer (más o menos) lo que hizo la 6ª División Aerotransportada inglesa que cayó en el este.

Alrededor de 700 soldados de la tercera brigada del 9ª Batallón Paracaidista saltaron sobre la 1 de la madrugada para asaltar esta batería y otras posiciones vitales, como puentes para cortar la posible ayuda de refuerzos alemanes. Por desgracia, el aterrizaje de las tropas fue caótico y cayeron sobre zonas inundadas y/o muy desperdigados, lo que ocasiono que murieran muchos soldados y los supervivientes tardaran mucho en reunirse para acometer sus objetivos.

Con apenas 150 hombres (menos de la cuarta parte de lo previsto) y sin ningún apoyo pesado debido al total desorden del aterrizaje de los planeadores Horsa, donde transportaban Jeeps, cañones o morteros, el Teniente Coronel Otway decidió atacar la batería a las 4 de la mañana, tomándola en solo tres cuartos de hora, eso si, perdiendo casi 100 hombres entre muertos y heridos.

La inutilización de la batería hacía que el desembarco en la playa Sword fuera más fácil. Una vez que se inutilizó la batería, Otway la abandonó y se dirigió a otros objetivos. Los alemanes la volvieron a tomar al día siguiente, pero ya no tuvo la importancia bélica que tenía ese 6 de junio.

Nos levantamos tempranico, para así estar en la entrada del museo de la Batería de Merville cuando abrieran, a las 9,30. Como era normal no había nadie cuando llegamos. Lo primero que te llama la atención es el avión C-47 (conocido como Dakota) que se utilizó para el transporte de los paracas, y que se encuentra nada más pasar la taquilla. No te dejan subir a el y es una lastima, porque hubiese estado bien verlo por dentro.

Hay un recorrido prefijado para la visita de las distintas casamatas y puntos de interés, pero al ser tan pequeño el lugar, daba lo mismo ir por un lado que por el otro. En cada casamata había una historia o un pequeño museo explicando como vivían los alemanes allí o como fue tomada la batería. En especial, hay una casamata donde se recrea con sonidos y algo de luces como fue conquistada. Para ello cada hora suena una sirena avisando del inicio del teatrillo.

Tras una hora y pico (algo más de lo que estaba previsto) paseando y viviendo en lo posible lo que se inició allí, volvimos a la furgoneta, no sin antes pasar por su pequeña tienda y comprar algunos suvenires. Desde allí bajaríamos hasta Ranville y torcer hacia el oeste para llegar al siguiente punto de nuestro desembarco: el Puente Pegaso.

A la misma vez que se debía tomar la batería de Merville, otro grupo de soldados debían tomar dos puentes, sobre el río Orne (el de Ranville) y sobre su canal (el de Benouville, que después se convirtió en el famoso puente Pegasus). Fue el Mayor Howard de la 5ª brigada de la 6ª división aerotransportada el encargado de tomar ambos puentes.

Sobre las 00:15, tres de los seis planeadores Horsa aterrizaron apenas a unos metros del puente Pegaso, y a pesar del ruido los alemanes no se pusieron en alerta, pensaron que era parte del bombardeo. En apenas unos pocos minutos tomaron el puente con apenas una baja y todos los alemanes muertos o huidos. En el lado izquierdo del canal se encontraba un café, el cual, desde esa noche, se considera como la primera casa liberada de Francia. Actualmente es un pequeño museo.

Otros dos planeadores cayeron más cerca del puente de Ranville y también fue liberado sin apenas oposición. Una vez lograda la operación Tonga el Mayor Howard envió el mensaje «Ham and jam» para indicar que los puentes habían sido tomados. Fue la única operación de todo el desembarco de Normandía que acabó tal cual había sido planeada y en el tiempo previsto.

La operación en sí no terminaba con la toma de los puentes, había que aguantar las embestidas de los alemanes hasta que llegaran refuerzos desde la playa Sword. Los alemanes hicieron un par de intentos que fueron repelidos muy fácilmente.

Sobre la 1 de la tarde llegaron los refuerzos comandados por el brigadier Lovat y su excéntrico gaitero Bill Millin, alertando con su música que estaban llegando para apoyarlos en la defensa del puente.

Aquí pasamos a ver el museo del puente. En el exterior del edificio del museo (en el patio) se encuentran una réplica de un Horsa que transportó a las tropas invasoras, armamento variado, pero por encima de todo destaca el puente original que se encontraba en el canal del Orne en ese día D. Puedes pasear por el viendo los efectos de los balazos que recibió en esos días.

En el interior nos encontraríamos con mucho material utilizado por los aliados y por los nazis, entre ellos una gorra de Montgomery. Pero lo mejor de todo fue hacernos una foto con un veterano de guerra que volvía a pisar terreno francés desde ese fatídico día. Nos comentó que él no fue un partícipe real del desembarco, que «simplemente» era un radio de una las lanchas que llevaban a las tropas a la playa, el iba y venía del barco a la playa. También nos comentó que en realidad él no pisó la tierra francesa, que una vez que realizó el último viaje para llevar a los soldados, volvió al barco y regresó a Inglaterra. El veterano se llama ALEC KNIBBS. Un placer y un orgullo haberlo conocido.

Acabamos de ver el museo a la misma hora que nuestros cuerpos nos pedían comida. Así que en el mismo parking nos hicimos unos bocadilletes y nos lo zampamos con ganas.

A los pocos minutos cruzamos el puente Pegasus por última vez dirigiéndonos hacia Ouistreham y la playa Sword. Pero antes de salir de Benouville paramos en la plaza del Comando nº 4, en una panadería para comprar algo más que llevarnos a la boca. Enfrente de esta hay una iglesia con su pequeño cementerio, en el cual se encuentran enterrados varios soldados muertos en esos días de la guerra. Como apenas había nada en la panadería tuvimos que parar en un Champion que había unos kilómetros más adelante. Todo esto hacía que nuestro retraso para ver cosas, unido al horario tan estrictamente europeo de los museos (o tan inútilmente corto), fuera en aumento y apenas pudiéramos ver más lugares de interés, como el museo del radar. De todas formas, tampoco pasaba nada si nos lo tomábamos con más parsimonia, estábamos de vacaciones, no tenía que haber estrés.

En la siguiente rotonda al hipermercado torcimos a la derecha para dirigirnos a las compuertas del canal del Orne con el Mar del Norte y dirigirnos al faro que estaba en el lado derecho del canal. Allí aparcamos y disfrutamos de las vistas de la bahía y desembocadura del Orne y del canal de la Mancha.

Tras un ratico nos desplazamos a la primera playa de las cinco que íbamos a ver estos días, la playa Sword. Enorme. Se perdía en la lontananza y es ancha de narices. Ese día estaba atiborrada de gente pues el día lo valía. Accedimos a ella por un caminito que hay al lado del monumento a los franceses libres.

Aunque fue la primera playa que vimos, en el desembarco fue precisamente la última en la que se empezó el mismo, cronológicamente hablando. El desembarco de tropas empezó en la playa de Utah, la playa que está más al oeste de todas, y solo unos minutos después se desembarcó en Omaha. Otros pocos minutos después en Gold, Juno y Sword. Apenas serían unas decenas de minutos, pero el efecto fue el mismo.

Estuvimos paseando por la playa, viendo como se lo pasaban en grande los pequeñines jugando en la arena y como los valientes se aventuraban a meterse en esas aguas heladitas. Pero tras unos minutos el paisaje ya había dado de si todo lo que podía, así que volvimos a la acera y a las calles paralelas a la playa del pueblo de Oustreham, donde se podían ver casas cuasi señoriales de los señoritos de París y de la zona.

En Oustreham podíamos haber visto un par de museos de la segunda guerra mundial (el del Comando nº4 y el del Muro Atlántico), pero no teníamos intención de verlos, entre otras cosas porque hubiésemos necesitado un par de meses para ver todos y cada uno de los museos de Normandía dedicados a la batalla y había que elegir unos cuantos. De todas formas, aunque hubiésemos tenido previsto ver los museos los habríamos dejado pasar porque llevábamos ya bastante retraso ese día. Es más, entre el retraso que portábamos y el excelente horario que tienen los franceses para sus cosas ya no íbamos a ver por dentro más lugares de interés ese día.

De Oustreham nos fuimos dirección Colleville-Montgomery donde, pasado el pueblo, se encuentra el Sitio Hillmann o Hillmann Fortress, aunque desde hace poco más de 20 años se le llama Memorial del regimiento Suffolk. Por cierto, el pueblo solo se llama así desde el término de la segunda guerra mundial en honor al mariscal Montgomery que llevó a cabo el desembarco de sus tropas en esa playa. Hasta entonces se llamaba Colleville-sur-Orne.

Volviendo al Memorial, nos lo encontramos ya cerrado (cerraba aún más temprano que cualquier otro museo) De todas formas, pudimos pasearnos por los exteriores que era como pasearnos por sus tejados ya que era un bunker construido tres metros bajo tierra y recubierto con cúpulas blindadas de 30 o 40 cm de grosor.

Pudimos acceder a algún que otro bunker pequeño que estaba abierto, pero lo que es la propia oficina central, donde está el museo, estaba cerrada. Así mismo estuvimos paseando por los alrededores y al estar el día despejado podíamos ver el océano a lo lejos. La fortaleza tenía un lugar privilegiado por su altura sobre el nivel del mar (60 metros) y una zona de fuego de 600 metros.

El sitio estaba ocupado por el Cuartel general de artillería y el Cuartel general de las defensas costeras. La tardanza en apoderarse de la fortaleza por parte del ejército británico fue clave para que no se pudiera tomar Caen esa noche del 6 de junio.

El siguiente punto a visitar era el Museo del radar, a unos 12 kilómetros hacia el oeste. Sabíamos que iba a estar cerrado, pero por si acaso les había dado por mantenerlo abierto, por alguna extraña razón, nos acercamos a verlo. Como era lógico, con estos «lógicos» horarios de los franceses, el museo se encontraba cerrado. Por lo menos, el lugar solo tenía un mallazo rodeando sus posesiones y pudimos ver, de lejos, algunos radares.

Ya sabíamos que no íbamos a llegar a ninguna parte, como museos y centros similares, que estuvieran abiertos, así que con tranquilidad ya nos dirigimos a ver lugares abiertos, como las playa de Juno y Gold. La primera playa, o más bien la playa que teníamos más cercana, fue la Juno. Allí nos acercamos a lo que es el centro de interpretación de la batalla que tuvieron allí los canadienses y británicos, situado en la población de Courseulles-sur-Mer. Evidentemente estaba cerrado, pero paseamos por los alrededores viendo multitud de cañones antiaéreos y de otro tipo que habían situado por los alrededores. Cercanos al edificio habían colocado varios monolitos con los nombres de los combatientes muertos en esta playa.

Empezaba a hacerse tarde y los cuerpos estaban un poco cansados, con lo que, sin prisa, pero sin pausa, nos dirigimos a la ciudad de Arromanches-les-Bains, que era donde íbamos a cenar. Antes de llegar al pueblo paramos en un mirador con un parking, que luego resultó que era el parking del Arromanches Cinema 360º.

En esta pequeña explanada había de todo, aparte del acceso al cine, había un Cristo o un Sagrado Corazón de Jesús, tipo corcobado, pero en pequeñito. También había, bueno, seguirá estando, un memorial a los ingenieros de la fuerza real británica que consistía en un par de secciones del puerto Mulberry, a los cuales te podías acercar hasta tocarlos y pasear alrededor de ellos y ver todos sus entresijos y, por supuesto, ver lo que fue uno de los hitos históricos de la ingeniera bélica, y que ayudaron tanto al despliegue de más tropas y material en el desembarco hasta conseguir conquistar un puerto de alguna de las ciudades cercanas, y así conseguir la victoria de los aliados frente a los alemanes lo más rápido posible.

Además se había situado un montículo para tener una mejor visión del pueblo de Arromanches, de los diques que se dejaron como muestra del puerto que se construyó allí y de la playa Gold. En el mismo montículo hay unos paneles que te van indicando donde están las distintas playas, pueblos y demás lugares de la batalla.

Aunque se podía ver perfectamente la playa desde allí, yo preferí acercarme al borde del acantilado para tener una mejor visión de la misma. Fui el único que se acercó del grupo, pues los otros integrantes estaban ya cansados de tanta guerra (no les quedaba na) y del largo día y prefirieron quedarse al cobijo de la furgoneta.

La marea baja dejaba ver una pedazo de playa muy ancha, además que era también muy larga. En esta playa fueron los británicos los que sufrieron la lucha contra los alemanes. Asimismo se veía el semicírculo que formaban los bloques de hormigón del puerto artificial que como ya he dicho se montó aquí.

Llegó la hora de terminar de acercarnos a Arromanches. Todavía había luz, pero ya empezaba a perder luminosidad el día. En un principio este iba a ser el sitio desde el que partir a hacer las distintas excursiones, pero la tardanza en elegir el apartamento hizo que nos birlaran uno estupendo.

Una vez aparcados, la mayoría pasó de los vestigios bélicos que había en este pueblo de apenas 500 habitantes, pero que en verano se pone a rebosar, y se pusieron a buscar un sitio bueno, bonito y barato para cenar, cosa que fue un tanto difícil ya que los de aquí se aprovechan de los incautos que aparecen por su pueblo para poner precios de Noruega o Finlandia en todos sus productos. Al final creo que cenamos pizza, lo más barato y fácil de tomar sin sorpresas.

Pero antes, cuando todavía había resquicios de luz, me dio tiempo para dar un paseo por su playa y fotografiar los bloques de hormigón que había en la misma e imaginarme el tipo de puerto que se construyó aquí. El puerto consistía en bloques de hormigón prefabricados en Inglaterra y llevados allí para hundirlos unidos entre si formando un semicírculo para convertirse en rompe olas y tener una zona interior tranquila (como los puertos actuales). Luego mediante unos puentes oscilantes y flotantes transportar los materiales y tropas a tierra.

Se construyeron dos de estos puertos, pero una tormenta, más bien un tormentón, se cargó el que se colocó en la playa de Omaha y casi hace lo mismo con el de Arromanches. Por suerte, los ingenieros pudieron reparar este y seguir con el desembarco hasta que conquistaron una ciudad más hacia el noreste que ya tuviera la infraestructura suficiente para trasladar allí a los barcos para continuar el aprovisionamiento de las tropas.

Después de cenar, nos fuimos para casita. Aún teníamos unos 15 kilométricos hasta llegar a ella y lo hicimos ya con la noche caída, cosa rara pues anochecía sobre las 11.

Esto es lo que dio de sí el primer día, que ya fue bastante. Ahora tocaba pillar cama y descansar que mañana había que madrugar y seguir con las vacaciones.

Hasta otra, pues.

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Cartagena (y los alrededores) está plagada de pequeñas, y no tan pequeñas, fortificaciones militares defensivas, principalmente del siglo XIX y muy pocas de épocas anteriores, estas muy deterioradas.

Hace un tiempo nos acercamos a la ciudad y vimos el fuerte de Navidad, el único fuerte o fortificación que está restaurado en su totalidad. Tampoco necesitaba mucho para ser restaurado, pues es uno de los más pequeños de la zona. De todas formas no nos quejemos mucho que por algún sitio se empieza.

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Lo que se ha hecho es reconstruir la vieja batería de Navidad, del siglo XVII, y así poder ver como eran las defensas de la bocana del puerto en aquella época. No era la única que defendía el puerto, justo enfrente hay varias (baterías de San Isidoro y Santa Florentina, y las baterías de Santa Ana Complementaria y Acasamatada), estas si que están en ruinas de diversa consideración, que se complementaban.

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Justo encima de la batería se encuentra la Torre de Navidad del siglo XVI, prácticamente en ruina total, apenas quedan en pie cuatro piedras de sus muros.

Durante la «Revolución Cantonal» se llamaba Juan Bravo y tenía dos cañones del 16, y estuvo en uso hasta mediados del siglo XX, época en la llegó a tener 8 cañones de 9 cm. A partir de 1941 pasó a estar en desuso y poco a poco a arruinarse hasta que en un plan turístico de la ciudad de Cartagena se reconstruyó y paso a convertirse en el Centro de Interpretación de la Arquitectura Defensiva Mediterránea.

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Cuando acabamos de ver el Fuerte nos fuimos a la costa de enfrente para ver si podíamos pasar a ver las dos baterías de Santa Ana, pero estaban cerradas y nos quedamos con las ganas. Otra vez será. Con las mismas terminamos de pasar el día por Cartagena y de allí a casita.

Hasta pronto.

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Como en otras ocasiones podeis ver las fotos más grandes pinchando en ellas.

Un día de enero de este año hicimos una escapadica para ver la fortaleza del cabo Tiñoso, en la comarca de Cartagena.

Me habían hablado de ello como una cosa a visitar y la verdad que no me defraudó nada. Bueno, tal vez un poco, pero fue más por el deterioro del lugar, a pesar del potencial turístico que tiene, más que por la fortaleza en si.

No madrugamos todo lo que debíamos haber madrugado, pensando que no iba a ser mucho lo íbamos a ver allí. Incluso habíamos planeado seguir viendo algún que otro sitio después de comer.

Eran las once, creo recordar, cuando quedamos los Hernández y los Barceló a la entrada de Cartagena desde Los Belones. Tras los besos y saludos pertinentes cogimos carretera y manta, primero hacia Cartagena, luego el desvío hacia Mazarrón, Canteras y La Azohía. Casi cuando estás llegando a La Azohía se pilla un desvío hacia la izquierda que va al pueblo de Campillo de Adentro. Se pasa esta pedanía cartagenera y a los pocos kilómetros, por una carretera estrecha, descuidada y peligrosa se llega a lo que fue un cuartel de defensa. Las baterías de Castillitos.

La batería de Castillitos, en realidad, forma parte de un trío de baterías en el cabo Tiñoso, que junto a otra batería que está situada en el otro extremo de la bahía de Cartagena, protegían la posible invasión o destrución del puerto de la ciudad. Castillitos es la más espectacular, de las que se encuentran en Tiñoso, en parte por estar «mejor» conservada que las demás.

Nosotros empezamos por la batería que está a más altura. Se acabó en 1933 y es la batería de «El Atalayón». Subimos por un camino de tierra hasta los edificios, muchos de ellos derruidos, solo queda uno medio en pie, que es el edificio donde se encontraban las baterías antiaéreas. Lo curioso es que no es una edificación simple y ya está, no. Es de estilo neoclásico con columnas (dóricas, jónicas, no se) exteriores. Mucha ornamentación y solo para almacenar bombas y petardos de gran tamaño.

Foto propiedad de Agoniz y AFORCA

Se comenzó a construir una año después del comienzo de las otras baterías y se concluyó tres años antes que la de Castillitos (1936, aproximadamente). Este edificio estaba dotado por cuatros cañones antiaéreos Vickers de 10,5 cm. Esta es una batería de seis que hay en la zona de Cartagena, cuatro (ésta incluida) iban dirigidas hacia el mar y las otras dos (más tardías en la construcción) para, sobre todo, proteger la ciudad. Tenían un alcance de 13400 hacia el mar y de 7000 hacia el cielo, lo que comunmente se llama techo máximo.

Esta batería, como ya he comentado, era antiaérea, para defender tanto la ciudad como las propias baterías del cabo. Lo malo de este edificio es que está en muy mal estado, pero se encuentra en ese punto en el que todavía se le puede recomponer sin llegar a hacer un sobre gasto.

Desde este punto tienes una visión perfecta del Mediterráneo, y de las bahías de Cartagena y Mazarrón.

Una vez visto esto y que los críos se desfogaran un ratico saltando de un lugar a otro, comenzamos el descenso hacia otra batería. Pero antes nos metimos en un puesto de vigía o dirección de tiro, un punto en el que se tiene una muy buena visión del mar, como debía ser.

Antes de continuar la visita hicimos un breve avituallamiento en el parking y así continuar más felices y contentos.

Pasamos al lado de lo que parecían ser unas letrinas y llegamos al puesto de control de vehículos. Como en todas las instalaciones, no habían nadie para impedirnos el paso, je, je. Nos acercábamos a la batería principal del cabo Tiñoso, la de Castillitos.

Es la más espectacular, no solo porque está más restaurada o conservada (la fachada principal parece un castillo), sino por su artillería.

Conforme vas acercándote, pasas al lado de un edificio donde guardaban diferentes enseres, vamos el arsenal. Y después llegas a la fachada del castillo, con varias puertas, dos de ellas van a la zona de los dos cañones Vickers de calibre 38,1 (no confundir con el de las pistolas). Cuando llegas arriba y ves la bestialidad de cañón, no tienes otra cosa que sorprenderte por el tamaño del mismo.

Tremendos. Son los cañones (junto a los de la batería de Cenizas) más grandes y potentes jamas montados en España. El peso del tubo, sin el mecanismo del cierre, es de más de ¡¡¡86 toneladas!!!, y era capaz de lanzar una bomba de casi una tonelada (885 kilos) a una distancia de ¡¡35 kilómetros!!

¿Cómo llegaba el obús al cañón? Claro está que no iban a tener unos cuantos al lado mismo del mismo. N0, debajo del cañón, oradadas en la montaña hay unas dependencias donde se situaban los arsenales, el motor que lo hacía rotar, etc. Mediante railes los soldados llevaban las bombas desde arsenal hasta situarse justo debajo del cañón. Una vez allí una grúa subía las mismas y las colocaba justo en la boca del cañón.

Bajo el sol de invierno, todos se suben y bajan de los cañones sin ningún miramiento. La caña del mismo sirve a los niños de pasarela para cruzar el abismo. Los cañones están a disposición de todo el mundo para que cualquiera haga lo que le de la gana, sea con buena o con mala intención. Los niños se suben, los mayores se suben, los viejos no se suben, todos se hacen fotos.

Al lado de los cañones, justo detrás de ellos se encuentran los mini puntos de vigía de los mismos. No son más interesantes que otros, salvo que cuando entras en ellos para subir a la plataforma, en las paredes, hay dibujados barcos de distintas clases y nacionalidades. Bastante curioso es que entre nuestros posibles enemigos estaban Francia, USA, la Perfida Albión y otros.

Llegada esta hora, las tripas nos crujían más que la casa de Psicosis. Todavía nos quedaba una última batería, la visita se nos estaba haciendo larga. Demasiadas cosas para tan poco tiempo. Con lo cual volvimos a los coches para tragar todo lo que nos habíamos traído y unas cuantas piedras que nos encontramos por el camino.

Hecho el avituallamiento senderil, agarramos una linterna y nos fuimos a investigar las entrañas de la batería principal, lo que os he comentado ya del arsenal y motores de los cañones.

Parte superior del sistema de recarga de los cañones Vickers de 15,2.

Hay que decir que las dependencias auxiliares de los cañones están cerradas al público, pero sin vigilancia, y que el que entre, entra por su cuenta y riesgo. Eso es lo que hicimos. A través de un ventanuco nos colamos en el interior de las salas de máquinas. Nos metimos con mayor o menor dificultad, según la agilidad de cada uno, los 8 que íbamos, aunque al poco tiempo tres de nosotros (chicas todas, claro) se cagaron y salieron  huyendo del lugar. Con lo que al final estuvimos investigando los cuatro machotes y una machota.

Parte inferior del sistema de recarga de los cañones Vickers de 15,2.

Nos faltaban linternas para poder ver la dimensión de las estancias, no muy grandes, pero con mucha materia que auscultar. Primero estuvimos en la zona de los motores, para después pasar a la zona de las bombas y la pólvora. Estas habitaciones están en muy mal estado con lo que estuvimos poco tiempo por lo que pudiera pasar. Y por último vimos el sistema hidráulico para hacer subir las bombas a la superficie.

Al salir de la sala de motores nos metimos en el calculador. No tengo ni idea que era ni para que servía, pero uno se hace una ligera idea de que iba la cosa. El calculador está dentro de unas galerias subterraneas, al final de un largo pasillo, y se supone que era donde se calculaba, valga la redundancia, la longitud y la latitud, osease las coordenadas, de donde estaba situado el enemigo.

Hasta aquí fue la larga visita a la segunda batería, la de Castillitos. A partir de ese momento nos íbamos a acercar a la última batería, la de El Jorel.

Esta batería se empezó a construir en el 29 y fue la primera que se terminó (apenas una año después) Su nombre se debe a que los pescadores de la zona habían marcado en el cabo una señal para la pesca del jorel. En esta batería se instalaron cuatro cañones de 15,24 cm que tenían un alcance de poco más de 20 kilómetros, cubriendo con otras tres baterías desde  La Azohía hasta el cabo de Palos. Junto a cada cañón se encuentra un ascensor por el iban subiendo los obuses para cargarlos.

Durante la guerra civil fue la única vez que fueron utilizadas para defender la ciudad y la bahía. Ocurrió en 1936, en marzo,  en el que se logró el hundimiento del barco «Castillo Olite». Después de esto solo se utilizaron como entrenamiento. Y en el 93 fue cuando se utilizaron por última vez, tanto estas del cabo Tiñoso como todas las demás de las inmediaciones de Cartagena.

A partir de aquí estuvieron, están y estarán expuestas al vandalismo como no cambie la cosa. Esto a pesar que fueron declaradas Bien de Interés Cultural en el 97 y protegidas como monumento conforme a la ley del Patrimonio Histórico Español.

Una vez que vimos esta batería, las fuerzas llegaban a su fin, tanto en mayores como en pequeños, con lo que decidimos dar por terminada la visita, extensa visita, al cabo Tiñoso. Aún nos dejamos por el ver el faro y la punta del cabo, pero ya no podíamos más. Otro día con más tiempo y ganas volveremos y terminaremos la visita.

Bien, pues ahora las baterías son propiedad del Ministerio de Medio Ambiente y le corresponde a ellos mantenerlas. Por lo que creo, hay previsto algo para restaurarlas, pero en el momento de crisis en el que estamos, supongo que va para largo la cosa. Espero que no sea demasiado tarde cuando vayan a hacer algo. El lugar merece la pena que esté en buen estado, es más, incluso se podría hasta cobrar para poder verlas, como cualquier otro museo. Merece la pena conservar esta parte de historia, bélica, pero historia al fin y al cabo.

Hasta pronto.

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